mercoledì 29 giugno 2022

La Colombia a un punto di svolta

 


Miguel Angel Herrera Zgaib, PhD.

Director del Grupo Presidencialismo y Participación.

El diario más influyente de Colombia, dedicó casi toda la sección A, y la primera plana a las elecciones presidenciales del 19 de junio. Tituló: Petro, primer presidente de izquierda en la historia de Colombia. Cuando en verdad, lo que debiera haber dicho era “Petro, primer presidente de la oposición en la historia de Colombia.”

En la historia nacional, antes hubo la presidencia de hecho del general José María Melo y las Sociedades Democráticas; una corriente de opinión que fue sometida por la acción conjunta de las armas de un primer frente bipartidista que sometió a los golpistas a los pocos meses.

Ahora, a pocos días del triunfo del Pacto Histórico que propuso un Frente amplio para obtener el triunfo, se cocinan las alianzas necesarias, por lo pronto partido Liberal y Alianza Verde para tener la mayoría en el senado, presidida, es lo que se anticipa, por Roy Barreras, uno de los estrategas en el triple triunfo conseguido por el proyecto que comenzó llamándose Colombia Humana. Se baraja también el nombre del joven David Racero, para ser presidente de la Cámara, quien fue el coordinador del debate electoral en Bogotá, y parte del trío conformado con Benedetti, Barreras que coronó el triunfo de la oposición política.

Ellos están encargados de orientar las fuerzas y garantizar los acuerdos que rompan las trincheras y casamatas de la reacción y la derecha, con las que se fortalecieron las ejecutorias retrógradas del último gobierno del Centro Democrático que termina con la presidencia de Iván Duque el próximo 7 de agosto. En esta misma semana se surtió, durante una hora, la reunión entre Gustavo e Iván, y el viernes arrancó en firme el trabajo de empalme con las respectivas comisiones. Para la semana entrante está propuesta la reunión con el líder principal del partido de la guerra, el ex senador Àlvaro Uribe Vélez, quien aceptó ya reunirse con el nuevo presidente, muy seguramente en Montería.

El miércoles 29 estará conociendo también el país los lineamientos generales del Informe definitivo de la Comisión de la Verdad que ofrecerá cifras, argumentos y causalidades a la historia del conflicto armado nacional, de la guerra vivida. Es el resultado del trabajo encomendado por los firmantes de los acuerdos de paz, es decir, el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-Ep en presencia de garantes internacionales, Venezuela, Cuba y Noruega.

En casi simultánea coincidencia, la Fiscalía ha citado para el 2 de julio, a los testigos principales en la causa criminal contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, por actuaciones ilegales durante u desempeño como gobernador del departamento de Antioquia, que fue la cuna de las Convivir, base de la fuerza paramilitar que practicó la excepcionalidad de hecho en el episodio más cruento de la guerra social del bloque oligárquico gobernante contra la insurgencia subalterna armada de las Farc-Ep cuyos orígenes arrancan de los tiempos de la Violencia bipartidista.

Lecciones de filosofía política y tránsito democrático.

El triunfo del liberalismo progresista y socializante, liderado por Gustavo y Francia, pone a Colombia como sociedad en el tránsito efectivo hacia una democracia liberal en vías de consolidación, aunque permanezcan los episodios de la confrontación armada con diferentes expresiones de la insurgencia subalterna, en abierta rebeldía con los incumplimientos de los acuerdos de paz, las disidencias de Gentil Duarte, la Nueva Marquetalia que lidera Iván Márquez, y el Eln con negociaciones de paz suspendidas por el orden del gobierno saliente. Los negociadores de esta paz, los guerrilleros anclados bajo protección internacional de la república socialista de Cuba, permanecen hasta nueva orden, cuando el presidente entrante reanude las negociaciones que deben arribar a buen puerto la paz completa.

Con este panorama poselectoral tenemos a la vista el tránsito real hacia una democracia representativa. Es decir, el paso de una relación política amigo enemigo, heredada del siglo XIX. Extendida hasta el absurdo, donde la guerra era una constante hasta el punto que la vigencia de la Constitución de 1886 tuvo que imponerse también por la fuerza de las armas; cruzadas entre la coalición de moderados/conservadores nacionalistas y el radicalismo liberal con la jefatura de Herrera y Uribe en la guerra de los mil días.

Bajo el centinelato de un tercer poder, extranjero, el gobierno estadounidense de Theodor Roosevelt que fue su garante. Dispuesto como parte interesada en el desenlace provocado, con el cual obtener a toda costa un paso entre los dos océanos, por la vía más expedita, Panamá. Los antagonistas firmaron la paz en un barco de guerra fondeado amenazante en las goteras del Istmo. Esa fue la cosecha amarga del fin de la guerra, y los cientos de muertos en ambos bandos con el hambre, despojo y muerte que produce toda contienda armada.

Pero, entonces Colombia tampoco hizo el tránsito a una política consensuada, agonal entre los adversarios del país político, porque lo que se impuso fue la hegemonía conservadora dominante contra los liberales que fueron los derrotados. Después se sucedieron la masacre de las bananeras, con los obreros en protesta contra las condiciones leoninas de la United Fruit, y el intento insurreccional del PRS, que preparó y reculó en la acción militar de los bolcheviques del Líbano. Afectado por contraórdenes de la Internacional, y, sobre todo, sin apoyo nacional con raíces firmes en la masa campesina y el artesanado urbano.

La frustración de la República Liberal

A la postre, en todo caso, lo que sobrevino fue el paso al gobierno del Estado nación en precaria construcción, de los representantes de la República Liberal, cuya hegemonía se hundió luego de 17 años en la elección presidencial del conservador Mariano Ospina que perdieron divididos los liberales. Antes el partido Conservador optó por oponerse desde las sombras, mientras preparaba la derrota del sempiterno enemigo, prolongando así la política amigo/enemigo.

Ese estado de cosas se extendió en el tiempo con el insuceso del 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado el jefe único y candidato del liberalismo para la elección presidencial siguiente. Eliminado el potencial rival, el electo fue el conservador Laureano Gómez que no cesó en la persecución del otro partido, lo cual se convirtió en antesala de la guerra social de los de arriba contra los de abajo, cuando desmontada la guerrilla liberal de resistencia en los Llanos, las guerrillas de influencia comunista no entregaron armas y se enmontaron para reanudar su vida campesina como autodefensas.

Se impuso la paz del Frente Nacional, con la exclusión de las terceras fuerzas. El socialismo que existía legalmente con la conducción de Antonio García Nossa, votó contra el plebiscito, pero los resultados con la incorporación del voto femenino impusieron la arquitectura del régimen consociacional excluyente que se extendió de 1958 hasta el cuarto presidente del Frente Nacional. Ahora la política era contra el enemigo interno, la insurgencia subalterna que resistía en las bautizadas como “repúblicas independientes” para bombardearlas y liquidarlas.

No fue posible derrotarlas, y las Autodefensas campesinas crecieron como columnas de marcha orientada por cuadros comunistas. Esto convirtió al PC de Colombia, después de su “purificación” del browderismo en un partido singular porque llevaba una doble vida, legal e ilegal. La lucha armada creció y decreció más de una vez, mientras se expandió el escenario de la guerra social oligárquica contra el pueblo en armas, de mayoritaria raigambre campesina, en vez de hacer la reforma agraria. Las autodefensas que se llamaron Farc garantizaron de hecho la posesión de las tierras baldías ocupadas, más aquellos intentos graneados de reforma nacidos de la liquidación de los resguardos coloniales, o como resultado de la parcelación de las grandes haciendas cafeteras del interior que impulsó la tibia Ley 100 de 1936.

La posibilidad frustrada de una tregua

Durante el Frente Nacional se gobernó las más de las veces bajo el estado de sitio, y esta constante solo vino a desmontarse en parte con el triunfo de la asamblea constituyente de 1991, que reguló todos los estados de excepción con el interés de aclimatar por fin un régimen democrático liberal. Que debía servir a la construcción de un estado social de derecho, prometido en el cuerpo constitucional. Era el fruto del compromiso de hacer que la igualdad fuera real y efectiva, para desmontar el rosario de privilegios que atormentan al país nacional.

Pero, aquella constitución, al mismo tiempo consagró la apertura neoliberal que borró brutalmente con el codo de la guerra el intento de participación escrito con la mano de las tres fuerzas principales, ganadoras del mayor número de delegatarios. Con esa patente contradicción lo que se cosechó fue la prolongación del estado de guerra con otra envoltura para el orangután. Sobrevino la consiguiente degeneración democrática que transmutó en pocos años al régimen neopresidencial en parapresidencial con el ejercicio de la excepcionalidad, sin solución de continuidad.

En resumen, continuó atascado el tránsito a una política liberal adversarial donde se acepta la presencia de la oposición en el gobierno, cuando triunfe electoralmente. Eso no fue así, antes del 91, con varios “magnicidios”. Después, con el asesinato del candidato presidencial del M19, Carlos Pizarro LeónGómez. La política del enemigo interno se siguió cultivando con el primero de los presidentes posconstituyente que ordenó el bombardeo a La Uribe, con la orden expedita de liquidar a aquella insurgencia en 18 meses.

Después se mantuvieron las conversaciones con la oposición armada, resistiendo y creciendo al lado de la floreciente industria del narcotráfico, primero mediante impuesto a cultivadores y traquetos, y luego involucrándose en la producción de los cultivos ilícitos como empresarios ilegales. Los gobiernos sucesivos de la seguridad democrática exitoso en conseguir el repliegue de la guerrilla más poderosa se corrompieron en la guerra que negaron con insistencia de dientes para afuera.

Hasta que los episodios de descarada violación de los D.H., y la dantesca operación de los falsos positivos abrió en el año 2008, la urgencia de volver a la mesa de negociaciones de la paz. Así pasó electo el gobierno de Juan Manuel Santos, el esquivo discípulo de la seguridad democrática como fue uno de sus ministros de defensa civiles.

Paz y consagración de la política adversarial

La antesala para aclimatar la nueva política adversarial, como la denomina la filósofa belga Chantal Mouffe,# fue la firma de la paz con las Farc-Ep, en noviembre de 2016. En las postrimerías del segundo gobierno de Santos se aprobó después de muchos años el estatuto de la oposición en 2017, y entró a aplicarse en las elecciones del 2018 con inocultables resultados. En términos de ingeniería institucional se estableció un puente firme para hacer el tránsito efectivo a una política adversarial.

Los resultados no se dejaron esperar. El candidato de la Colombia Humana, con el apoyo de la lista congresional de Decentes triplicó la votación histórica de las fuerzas de la izquierda, cuando el candidato del PDA, Carlos Gaviria superó los dos millones de votos. La fórmula Petro/Robledo superó los ocho millones en la segunda vuelta presidencial, con las sabidas alegaciones de fraude xel perdedor, que le dieron el triunfo a su rival/adversario, Iván Duque, por dos millones de votos. Porque fueron cosechados de modo principal entre el electorado costeño, que había favorecido al candidato Petro en la primera vuelta con parecidos guarismos.

Con todo, la política adversarial funcionaba ya, y se hizo manifiesta con las minorías en el Congreso, que construyeron a veces un bloque de oposición que pudo impedir y denunciar actuaciones del ejecutivo y la coalición mayoritaria.

Se produjeron así las salidas de dos ministros, el de defensa, y por último, Alberto Carrasquilla, de hacienda, quien pretendió imponer una reforma tributaria regresiva. Fue resistido en las calles por una ciudadanía en rebeldía y dispuesta a morir en la protesta. Tal es la genealogía del “estallido social” colombiano que se produjo en 2021, con el cual se determinó la agonía política del Centro Democrático, que ya ni siquiera pudo mantener candidato propio para el ciclo electoral del año 2022.

En esta nueva coyuntura electoral, con el triunfo del Pacto Histórico en número de senadores elegidos, y sobre todo, con el triunfo presidencial, probó la importancia del estatuto de la oposición que hizo posible las nuevas alianzas y ofreció, aunque de modo precario, ciertas salvaguardias. Con esos arreglos institucionales que tardaron tanto, por fin, tiene Colombia, las condiciones básicas para que se haga el tránsito efectivo a un sistema político democrático liberal representativo que permanecía congelado por el ejercicio descarado de una política amigo-enemigo.

Después del breve intento de un gobierno de oposición con el presidente Virgilio Barco y el partido conservador, de corta duración. Ahora asistimos a la experiencia de un real gobierno de oposición que El Tiempo bautizó como gobierno de la izquierda, cuando, en realidad, porque el propio presidente lo viene repitiendo por años, es un gobierno progresista de signo liberal socializante, donde está incorporado el conjunto de reivindicaciones que reclaman la igualdad social, esto es la lucha contra la estructura de privilegios y exclusiones que se mantuvieron y ampliaron por algo más de 200 años de existencia de Colombia como república independiente.



# Profesora belga que fuera de Filosofía de la Universidad Nacional en los años 70, y luego visitante en varias oportunidades al país, en compañía de Ernesto Laclau, y luego sola, después del fallecimiento de su partenaire en la difusión de la democracia radical, a través del libro Hegemonía y estrategia socialista: hacia una política democrática radical (1985). Fue su respuesta a la bancarrota de la socialdemocracia europea, probada por el ascenso de los neoCons con Margareth Thatcher y Ronald Reagan, y sus seguidores en el mundo capitalista.

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